viernes, 24 de noviembre de 2034

                   Lucio Anneo Séneca 
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Lucio Anneo Séneca, llamado Séneca el Joven para distinguirlo de su padre, fue un filósofo, político, orador y escritor romano conocido por sus obras de carácter moralista. Hijo del orador Marco Anneo Séneca, fue cuestor, pretor y senador del Imperio romano durante los gobiernos de Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón.
Séneca destacó como pensador, tanto como intelectual y político.
De tendencias moralistas, Séneca pasó a la historia como el máximo representante del estoicismo y moralismo romano tras la plena decadencia de la república romana.
 
Sobre la muerte de Séneca, el historiador Tácito cuenta que el tribuno Silvano fue encomendado para darle la noticia al filósofo, pero siendo aquél uno de los conjurados, y sintiendo una gran vergüenza por Séneca, le ordenó a otro tribuno que le llevara la notificación del César: de un patricio como Séneca se esperaba no que decidiera esperar a la ejecución, sino que se suicidara tras recibir la condena a muerte. Cuando Séneca recibió la misiva, ponderó con calma la situación y pidió permiso para redactar su testamento, lo cual le fue denegado, pues la ley romana preveía en esos casos que todos los bienes del conjurado pasaran al patrimonio imperial.
Sabiendo que Nerón actuaría con crueldad sobre él, decidió abrirse las venas en el mismo lugar, cortándose los brazos y las piernas. Su esposa Paulina le imitó para evitar ser humillada por el emperador, pero los guardias y los sirvientes se lo impidieron. Séneca, al ver que su muerte no llegaba, le pidió a su médico Eustacio Anneo que le suministrase veneno griego (cicuta), el cual bebió pero sin efecto alguno. Pidió finalmente ser llevado a un baño caliente, donde el vapor terminó asfixiándolo, víctima del asma que padecía.
Al suicidio de Séneca lo siguieron, además, el de sus dos hermanos y el de su sobrino Lucano, sabedores de que pronto la crueldad de Nerón recaería también sobre ellos. El cuerpo de Séneca fue incinerado sin ceremonia alguna. Así lo había prescrito en su testamento.
 
Cartas. Literatura Romana. Siglo IV a.n.e. Séneca
 
Ninguno de nosotros es en la vejez el mismo que fue de joven; ninguno de nosotros es al día siguiente el mismo que el día anterior. Nuestros cuerpos son llevados al modo de los ríos. Cuanto ves corre con el tiempo, nada  de lo que vemos permanece; yo mismo, mientras digo que las cosas cambian, he cambiado. Es lo que dice Heráclito: "Nos metemos dos veces en el mismo río y no nos metemos dos veces en él". Porque el nombre del río sigue siendo el mismo, pero el agua ya ha pasado.
Esto es más evidente en el río que en el hombre, pero no es menos veloz la corriente que nos lleva a nosotros. Precisamente por esto me sorprende nuestra locura, eso de querer tanto el cuerpo, una cosa tan y tan pasajera, y eso de temer que alguna vez nos moriremos, cuando cada momento es la muerte de la anterior condición. ¡Haz el favor de dejar de temer que te ocurra de una vez por todas lo que te ocurre cada día!
           Nadie es tan ignorante como para no saber que algún día tiene que morir. Sin embargo, cuando está cerca de ese momento, se revuelve, tiembla y llora. Alguien que llorase por no haber vivido mil años atrás, ¿no te parecería el más estúpido de todos? Es igual de estúpido quien llora porque no vivirá dentro de mil años. No existías y no existirás: ambas cosas son iguales. Ninguno de esos dos tiempos te pertenece.
 
 
 
 
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